"¿Que será de mi sin ella, que viviré añorándola?
¿Dónde iran mis sueños, mi cariño?
Hoy me siento extraño, sin su compañía. ¿Cuánto habré de extrañarla, hasta que regrese?"
El poeta Iñaki dejó caer la pluma sobre su escritorio añil. Se sentía muy apenado por la decisión del tribunal, tanto que esa mañana supo llenar su pañuelo de lágrimas, y se le fueron las ganas de beber de aquel vino añejo que tanto le gustaba, y en cambio optó por el jugo de manzana y piña combinados. Cada vez que pensaba en la soledad que lo esperaba de ahora en adelante a la hora de escribir, más y más se sumía en su tristeza.
¡Rogaba al Señor una decisión de último momento, una comunión de las almas que se vea iluminada, repentinamente, sufriendo en la asfixia de la ignorancia. ¡Que se dejen de niñerías, y que respeten la letra sagrada! La que está en todas partes y no podemos ver, pero la escuchamos, ¡Y la escribimos! Seremos pocos en el planeta, ¡Pero somos muchos!
Hace añares que algo era escandalosamente cierto: La letra ñ permanecía víctima de la persecución de todo intelectualoide neoliberal del idioma (una manga de ñoños, según Iñaki). Era obvio que solo se trataba de mecanismos de defensa implementados por un puñado de carroñeros gusanos de escritorio que, con el riesgo de parecer viejos conservadores, prefieren pasar por arriba de años de cultura y justificar acciones impuras.
¿Pero que probabilidades tenía Iñaki de que sus plegarias sean escuchadas?
Prácticamente ninguna. Las que había se fueron por el caño en el mismo momento en que el editor lo llamó para confirmarle que ya era ilegal publicar títulos incluyendo la maldita letra. ¡Qué acto ponzoñoso!
Y ahora Iñaki quedaba condenado al placer insoportable de escribir poesías en soledad, que nadie leerá, y que algún día dejarán de estar permitidas, en la China y en el mismísimo trópico siberiano, alrededor del globo, donde todos tienen aún sus letras especiales menos nosotros, los que hablamos el sucio español, olvidado y renegado, en el último peldaño de la escalera.
Iñaki escribe entonces:
"¿Que será de mi sin ella, que viviré añorándola?
¿Dónde irán mis sueños, mi cariño?
Hoy me siento extraño, sin su compañía. ¿Cuánto habré de extrañarla, hasta que regrese?"
¿Dónde iran mis sueños, mi cariño?
Hoy me siento extraño, sin su compañía. ¿Cuánto habré de extrañarla, hasta que regrese?"
El poeta Iñaki dejó caer la pluma sobre su escritorio añil. Se sentía muy apenado por la decisión del tribunal, tanto que esa mañana supo llenar su pañuelo de lágrimas, y se le fueron las ganas de beber de aquel vino añejo que tanto le gustaba, y en cambio optó por el jugo de manzana y piña combinados. Cada vez que pensaba en la soledad que lo esperaba de ahora en adelante a la hora de escribir, más y más se sumía en su tristeza.
¡Rogaba al Señor una decisión de último momento, una comunión de las almas que se vea iluminada, repentinamente, sufriendo en la asfixia de la ignorancia. ¡Que se dejen de niñerías, y que respeten la letra sagrada! La que está en todas partes y no podemos ver, pero la escuchamos, ¡Y la escribimos! Seremos pocos en el planeta, ¡Pero somos muchos!
Hace añares que algo era escandalosamente cierto: La letra ñ permanecía víctima de la persecución de todo intelectualoide neoliberal del idioma (una manga de ñoños, según Iñaki). Era obvio que solo se trataba de mecanismos de defensa implementados por un puñado de carroñeros gusanos de escritorio que, con el riesgo de parecer viejos conservadores, prefieren pasar por arriba de años de cultura y justificar acciones impuras.
¿Pero que probabilidades tenía Iñaki de que sus plegarias sean escuchadas?
Prácticamente ninguna. Las que había se fueron por el caño en el mismo momento en que el editor lo llamó para confirmarle que ya era ilegal publicar títulos incluyendo la maldita letra. ¡Qué acto ponzoñoso!
Y ahora Iñaki quedaba condenado al placer insoportable de escribir poesías en soledad, que nadie leerá, y que algún día dejarán de estar permitidas, en la China y en el mismísimo trópico siberiano, alrededor del globo, donde todos tienen aún sus letras especiales menos nosotros, los que hablamos el sucio español, olvidado y renegado, en el último peldaño de la escalera.
Iñaki escribe entonces:
"¿Que será de mi sin ella, que viviré añorándola?
¿Dónde irán mis sueños, mi cariño?
Hoy me siento extraño, sin su compañía. ¿Cuánto habré de extrañarla, hasta que regrese?"
Twitter de Santiago: http://twitter.com/codigomorton
Página de Santiago: http://codemorton.deviantart.com
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