GOL. El hijo de mil puta de Dennis Bergkamp acaba de meter el 2 a 1 para Holanda faltando pocos minutos. Nos volvemos. Se terminó el mundial para nosotros. No bastó con ganarle a Inglaterra, cuando Dios decidió ponerse los guantes y dejarse la barba candado para tapar los penales. Miro la cara de los jugadores argentinos, veo como se les caen las lágrimas. La voz del relator me deprime. Quiero apagar el televisor pero en una vaga búsqueda no veo el control remoto. En el piso hay una pila. Seguramente mi viejo, que ahora putea en voz alta, habrá reventado el control remoto contra la pared producto de la ira. Yo me quedo quieto. Veo el festejo holandés. Parece mentira pero mi mamá ya está pensando que va a hacer de comer. Acabamos de perder un mundial pero para ella "ya está". A mí me pasa algo raro, veo a todos los jugadores llorando tirados en el campo de juego, socorridos por el cuerpo técnico; pero no siento que sean responsables ellos. Tengo culpa. No pude evitar ir al baño en el entretiempo y lo pagué caro. Juro que no tomé nada después del almuerzo. Pero los nervios parecen haberme jugado en contra y en el entretiempo me dieron ganas, no muchas, de ir al baño. Me confié y fui. Acabo de recordar que cuando volví hice algunos chistes sobre algunos jugadores. ¿Para qué? ¿A cuántos hice reir? Mirá lo caro que lo pagué. Que lo pagamos. Mirá la bronca de mi viejo. Si supiera que la culpa fue mía por romper una cábala. Me trataría de egoísta, de querer ser siempre el ombligo del mundo. Por eso no lo digo, me voy a hacer cargo. Rompí la cábala. Todos los partidos que jugamos en el mundial estuve sentado en el lugar más incómodo, casi sin respirar, analizando mis movimientos más que el de los jugadores. Nunca fui al baño en un partido. Ni siquiera en las eliminatorias, ¡aún cuando ya estabamos clasificados!. Hoy sí; y mi único consuelo es sentirme un pelotudo.
Mi mamá me pregunta qué quiero cenar. Ni siquiera la miro, sigo mirando la pantalla y ella hace un chiste. Si supiera que le está echando nafta al fuego. Afuera el sonido ambiente es cero. No pasa absolutamente nada. ¿Cómo cargo esta mochila cuatro años?. Decido pararme, agarrar las llaves e irme sin emitir sonido alguno.
Llega el ascensor y en él una vecina que no conocía llorando. Parecía evidente el motivo del llanto y mezclado con mi odio ni siquiera le pregunte si le pasaba algo. Pero quizá era cómo mi mamá, que se acababa de enterar que había habido un mundial y tal vez le pasaba algo importante. Digo importante sin restarle importancia a un mundial, claro está. "¡Un mundial!" me digo a mí mismo como si recién ahora me diera cuenta de lo que perdimos. Siento un plus de bronca y cierro el puño. Habiendo bajado 2 pisos y tratando de hacerle creer, sin éxito, que recién me percato de su llanto, le pregunto: "¿Te pasa algo?" Ella no me contesta. "¿Estas bien, che?" Se seca las lágrimas y me dice: "Gol. El hijo de mil putas de Dennis Bergkamp metió el 2 a 1 sobre el final. Fin. ¿O no lo viste, pelotudo? Y fue mi culpa, rompí mi cabala. ¿No me viste acaso todos los días de partido con la camiseta original? Y hoy ¿qué? Mi mamá la puso a lavar y chau, afuera del mundial. Se terminó. ¿Justo hoy tenia que lavar esa camiseta? ¿Cómo no querés que llore, pelotudo? Debés pensar que estoy hecha mierda y puede ser pero ,¿Cómo cargo esta mochila cuatro años?" Me quedé mirándola desorientado. Desde que me subí hasta llegar a planta baja dijo nueve veces la palabra "pelotudo", pero en cierto modo me sonó más a un cumplido que a un insulto y hasta me dió cierta ternura. Sonreí. Me desligué de toda culpa y cargo. En primer lugar porque la madre de esta chica puso a lavar su camiseta mucho antes de que yo vaya al baño en el entretiempo del partido de hoy. Pero después en una segunda lectura la desligué a ella también. ¿Por qué nos íbamos a hacer cargo? ¿Qué tan indulgentes somos los cabuleros con los demás?
Me quedé hablando con ella en planta baja, dentro del ascensor. A los veinte minutos nos sentimos libres de culpa y cargo y decidimos tomarnos el primer colectivo e ir para el obelisco. Sabíamos que allí ibamos a encontrar a ese hijo de mil putas qué rompió su cábala antes que nosotros.
Mi mamá me pregunta qué quiero cenar. Ni siquiera la miro, sigo mirando la pantalla y ella hace un chiste. Si supiera que le está echando nafta al fuego. Afuera el sonido ambiente es cero. No pasa absolutamente nada. ¿Cómo cargo esta mochila cuatro años?. Decido pararme, agarrar las llaves e irme sin emitir sonido alguno.
Llega el ascensor y en él una vecina que no conocía llorando. Parecía evidente el motivo del llanto y mezclado con mi odio ni siquiera le pregunte si le pasaba algo. Pero quizá era cómo mi mamá, que se acababa de enterar que había habido un mundial y tal vez le pasaba algo importante. Digo importante sin restarle importancia a un mundial, claro está. "¡Un mundial!" me digo a mí mismo como si recién ahora me diera cuenta de lo que perdimos. Siento un plus de bronca y cierro el puño. Habiendo bajado 2 pisos y tratando de hacerle creer, sin éxito, que recién me percato de su llanto, le pregunto: "¿Te pasa algo?" Ella no me contesta. "¿Estas bien, che?" Se seca las lágrimas y me dice: "Gol. El hijo de mil putas de Dennis Bergkamp metió el 2 a 1 sobre el final. Fin. ¿O no lo viste, pelotudo? Y fue mi culpa, rompí mi cabala. ¿No me viste acaso todos los días de partido con la camiseta original? Y hoy ¿qué? Mi mamá la puso a lavar y chau, afuera del mundial. Se terminó. ¿Justo hoy tenia que lavar esa camiseta? ¿Cómo no querés que llore, pelotudo? Debés pensar que estoy hecha mierda y puede ser pero ,¿Cómo cargo esta mochila cuatro años?" Me quedé mirándola desorientado. Desde que me subí hasta llegar a planta baja dijo nueve veces la palabra "pelotudo", pero en cierto modo me sonó más a un cumplido que a un insulto y hasta me dió cierta ternura. Sonreí. Me desligué de toda culpa y cargo. En primer lugar porque la madre de esta chica puso a lavar su camiseta mucho antes de que yo vaya al baño en el entretiempo del partido de hoy. Pero después en una segunda lectura la desligué a ella también. ¿Por qué nos íbamos a hacer cargo? ¿Qué tan indulgentes somos los cabuleros con los demás?
Me quedé hablando con ella en planta baja, dentro del ascensor. A los veinte minutos nos sentimos libres de culpa y cargo y decidimos tomarnos el primer colectivo e ir para el obelisco. Sabíamos que allí ibamos a encontrar a ese hijo de mil putas qué rompió su cábala antes que nosotros.
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por supuesto toma al tio fac. y los que deseses, que yo ya lo hice...
ResponderBorrarun abrazo Rubén garcía
Gracias sendero :D, cotejé el que tipeaste vos con el que tenía en la biblioteca y arreglé un par de cosas pero son las menores. Muchas gracias por la gentileza y cuando lo subamos pongo un comentario con el link a tu blog :)
ResponderBorrarSaludos !!!
Si hubiera entrado el bombazo de bati en el travesaño!
ResponderBorrar¡¡¡Buenísimo!!!
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