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domingo, 2 de mayo de 2010

Ciclo, Giancarlo Sereni


Cuando me desperté estaba rodeado de caras que aún seguían tristes. Me acomodé un poco sobre la cama y respiré hondo para comprobar que aún vivía. Que raras somos las personas a veces. Respiramos para comprobar que estamos vivos. Ja! Como si supiéramos lo que nos espera en el más allá.
Me reincorporé, le puse una mano en el hombro a mi má y le dí un beso en la cabeza.

- Tranqui má, unos mates te van a levantar un poco el ánimo. Te los hago como te gustan. Así, con un poquito de cáscara de naranja y 2 gotitas de chuquer.

Entonces fui a la cocina y puse la pava sobre el fuego. Mientras el agua adquiría temperatura me encargué de quitar un pequeño gajito de naranja. ¡Como le gusta el mate con naranja a la vieja!
Me acuerdo que el año pasado, cuando al viejo le agarró varicela, tuvo que cuidarlo por un mes entero. Su único cable a tierra fueron mis guitarreadas en el jardín acompañadas con unos buenos verdes con cascara de naranja. En esos momentos la vieja, si estaba con ánimos, se tiraba en el pasto con los ojos cerrados. ¡Que cara más dulce má!

¿Te acordás el ante año? ¿Cuando nos fuimos con el viejo a córdoba a visitar a la tía? ¡Que viajecito! Se nos quedó el auto llegando a Calera y tuvimos que esperar 4 horas a los sinvergüenzas de la grúa. ¡Un bajón!
Lejos de eso, la pasamos muy bien tirándonos unos chapuzones en el río. Que gracioso era verlo al viejo haciendo la plancha!

Cuando tenía 10 años, mi mamá se enojó mucho conmigo el día que le cambié las pastillas al abuelo por confites súper ácidos. Si bien fue muy gracioso verle la cara toda chupada a ese viejo cascarrabias el pobre calló muy enfermo a la semana siguiente. A veces mamá me lo recuerda cuando, con la vista ida, recuerda al abuelo.

Sin embargo, dos años antes del cambio de pastillas, el abuelo era un tipo diferente. No protestaba tanto y jugaba más conmigo. Me parece que cambió su actitud cuando se enteró que tenía que ir más seguido al hospital. ¿Y quién no lo entendería? Yo prefiero comer el pescado que hace mi hermana a tener que ir cada dos días al hospital.

- A ver a ver... ¿Cuantos años tiene ese nene?
- ¡Azí! - dije levantando tres dedos.
Grave error, no aprendía de mis errores. La tía Nora me levantaba y me apretujaba contra sus pechos de goma espuma. Luego seguían mis cachetes y, finalmente, las marcas de pintalábios azul.

Qué cálida está tu panzita má. Acá se siente muy bien. Pero, ¿vos estás bien?. ¿Estás preocupada por algo? ¿Por qué le estás dando al mate con naranjas? No aguanto más este lugar, quiero salir a conocerte.


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